jueves, 15 de diciembre de 2016

LA VIRGEN MARÍA ¿QUIÉN ES ?




La Virgen María   ¿quién es?

La escogida de Dios desde la eternidad para ser la Madre de su Hijo, en ella el Padre encuentra la morada donde su Hijo y el Espíritu Santo pueden habitar entre los hombres.
María es la obra maestra de Dios, en ella se manifiestan sus maravillas.
El Espíritu Santo preparó a la Virgen María con su gracia: fue concebida sin pecado, porque así convenía para que en ella residiera la Plenitud de la Divinidad, fue hecha la llena de gracia.
En María, el Espíritu Santo realiza el designio del Padre haciendo fecunda su virginidad y la Virgen concibe y da a luz al Hijo. “María estaba prometida con José, y antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo por la acción del Espíritu Santo” (Mt...1.18).



Ella, llena del Espíritu Santo, acoge a Jesús en la humildad de su carne, dándolo a conocer a los hombres. Por medio de María, el Espíritu comienza a poner en Comunión con Cristo a los hombres.
Su maternidad la transformó en templo o sagrario del Señor en la tierra; ella permanece siempre llena del Espíritu Santo, y cumple el plan de Dios en la Redención. Del Espíritu que habita en ella brota un manantial de gracias y dones que santifican a los hombres.






Ella es Anunciada por Dios  por medio del Arcángel Gabriel de este suceso:
“Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo.” María se turbó y se preguntó que podría significar tal saludo. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios. Concebirás un hijo al que pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo. Dios, el Señor, le dará el trono de David, reinar ‘en la casa de Jacob eternamente y su reino no tendrá fin” (Lc. 1. 28).
María da su sí preguntando: “¿Cómo será esto, pues no tengo relaciones con ningún hombre?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios. Mira, tu parienta Isabel también ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que tenían por estéril, porque para Dios no hay imposibles. María contestó: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc1, 34-38).







María va de prisa a socorrer a su prima Isabel ya anciana que esperaba un hijo, ella entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces ¡”Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”! Pero ¿cómo es posible que la Madre de mi Señor venga a visitarme?”(Lc 1, 40-43).
Y dijo María:
“Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador,
porque ha mirado la humildad de su sierva
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
porque ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso.
Su nombre es santo y su misericordia es eterna
para aquellos que le honran.
Actuó con la fuerza de su brazo y dispersó a los de corazón soberbio.
Derribo de sus tronos a los poderosos y engrandeció a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y a los ricos despidió sin nada.
Tomó de la mano a Israel, su siervo, acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros antepasados en favor de
Abraham y de sus descendientes, para siempre”.




La bienaventurada Virgen María, por el hecho de ser Madre de Dios, tiene una especie de dignidad infinita a causa del bien infinito que es Dios. Y en esa linea no puede imaginarse una dignidad mayor, como no puede imaginarse cosa mayor que Dios. (S Tomás ST)
Como el océano recibe todas las aguas, así María recibe todas las gracias. Como todos los ríos se precipitan en el mar, así las gracias que tuvieron los ángeles, los patriarcas, los profetas, los apóstoles, los mártires, los confesores y las vírgenes se reunieron en María. (San Buenaventura).





María y José su esposo van a empadronarse a la ciudad de Belén “y sucedió que estando allí se cumplieron los días de su parto, y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo reclino en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada” (Lc 2, 6-7).





¡Qué asombro! Naciendo en Belén el Hijo eterno de Dios entró en la historia de cada persona que vive sobre la faz de la tierra.
Ya está presente en el mundo como único salvador de la humanidad. Por esto nosotros le pedimos: Salvator mundi, salva nos!....
Y tú, María, Virgen de la espera y del cumplimiento, que conservas el secreto de la Navidad, haznos capaces de reconocer al Niño, que estrechas en tus brazos, al Salvador anunciado, que trae a todos la esperanza y la paz...  (SS Juan Pablo II  Navidad dic 2003)





Cumplidos los días de su purificación María y José llevan al Niño al templo para presentarlo ...”Todo primogénito será consagrado al Señor” San Lucas relata que Simeón, hombre justo y piadoso se encontraba en el templo y el Espíritu Santo estaba en él, Quién le había revelado que no moriría antes de ver al Cristo el Señor...lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: “ahora, Señor, puedes dejar que tu siervo se vaya en paz según tu palabra, porque mis ojos han visto tu salvación, la que ha preparado ante la faz de todos los pueblos, luz para revelación de los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.
Su padre y su madre estaban admirados por las cosas que decían de él. Simeón los bendijo y dijo a María su madre: “Mira este ha sido destinado para ser caída y resurrección de muchos en Israel, y como signo de contradicción- y a ti misma una espada te atravesará el alma- para que se descubran los pensamientos de muchos corazones”....(Lc 2, 22-35).




No se puede menos de pensar en el Espíritu Santo como inspirador de esta profecía de la Pasión de Cristo como camino mediante el cual Él realizará la salvación. Es especialmente elocuente el hecho de que Simeón hable de los futuros sufrimientos de Cristo dirigiendo su pensamiento al corazón de la Madre, asociada a su Hijo para sufrir las contradicciones de Israel y del mundo entero. Simeón no llama por su nombre el sacrificio de la Cruz, pero traslada la profecía al corazón de María, que será “atravesado por una espada”, compartiendo los sufrimientos de su Hijo.
(SS Juan Pablo II Aud. Gen. 20 junio 1990).





María y José iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua.  Y cuando tuvo doce años, subieron a la fiesta como era costumbre. Pasado aquellos días, al regresar, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo advirtieran. Pensando que iba en la caravana, anduvieron una jornada buscándole entre sus parientes y conocidos; pero al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.
Al cabo de tres días lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían estaban asombrados de su sabiduría y de sus respuestas.
Al verlo se maravillaron y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira cómo tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando”.
Y él les dijo: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”. Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. (Lc 2, 41-50).




Este suceso marca un hito en la vida de María, pues el niño que hasta ahora ha llevado una vida de obediencia y unida a la de ella, se queda voluntariamente en Jerusalén y les hace ver que comienza a ocuparse de las cosas de su Padre Dios. Con esto Jesús no desconoce ni desprecia la maternidad de María ni la paternidad adoptiva de José, sólo les recuerda quién es su verdadero Padre y la importancia que tiene ante todo cumplir su voluntad.






...se celebró una boda en Cana de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. Fueron invitados también a la boda Jesús y sus discípulos. Y faltando el vino, la madre de Jesús le dice: “No tienen vino”. Jesús le responde: “¿Que nos va a ti y a mí, mujer? Mi hora aún no ha llegado”. La madre dice a los sirvientes: “haced lo que él os diga”.
Había allí seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, con una capacidad de dos o tres metretas cada una. Jesús les dice: “Llenad de agua las tinajas”, Y las llenaron hasta el borde. Les dice entonces: “Sacad ahora y llevad al maestresala”. Así lo hicieron. En cuanto el maestresala probó el agua convertida en vino – no sabía de donde era, aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua- , llamó al esposo y le dijo: “Todos sirven primero el vino bueno, y cuando han bebido bastante, sacan el de peor calidad. Tú has guardado el vino bueno hasta ahora”. Así, en Caná de Galilea hiso Jesús el primero de los signos con  el que manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él. (Jn 2, 1-11)




En Caná, la Virgen muestra una vez más su total disponibilidad a Dios. Ella que, en la Anunciación, creyendo en Jesús antes de verlo, había contribuido al prodigio de la concepción virginal, aquí, confiando en el poder de Jesús aún sin revelar, provoca su “primer signo”, la prodigiosa transformación del agua en vino. (SS Juan Pablo II Aud.gen. 26 II 1997).






Estaban en pie junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Viendo Jesús a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu Hijo”. Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre “. Y desde aquella hora el discípulo la tomó consigo. (Jn 19, 26-27).




¡”Oh cruz, única esperanza!”. Así canta la liturgia. Narra el evangelista: junto a la cruz estaba María. Su dolor forma un todo con el de su Hijo. Es un dolor lleno de fe y de amor. La Virgen en el calvario participa en la fuerza salvífica del dolor de Cristo, uniendo su “fiat”, su “sí”, al de su Hijo. (SS Benedicto XVI aud.gen 17 sept. 2006)






Un día, mientras comían juntos, Jesús les ordenó: “No salgan de Jerusalén, esperen la promesa que les hice de parte del Padre. Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo; Él vendrá sobre ustedes para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los extremos de la tierra” (Hechos 1, 4-5; 1,8).
Después de La Ascensión de Jesús a los cielos, de vuelta a Jerusalén, subieron a la estancia superior donde Vivian todos juntos….Todos ellos perseveraban unánimemente en la oración, en compañía de algunas mujeres, y con María, la Madre de Jesús, y sus hermanos.... (Hechos 1, 14)
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. Y sucedió que, de repente, sobrevino del cielo un ruido como de viento huracanado, que invadió toda la casa donde estaban. Se les aparecieron lenguas como de fuego que se distribuían y se posaban sobre cada uno de ellos. Y todos se llenaron del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu Santo les impulsaba a expresarse. (Hechos 1, 1-4)






María estaba en medio de los Apóstoles, aún desvalidos y temerosos debido a los acontecimientos vividos en la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Ella implora la pronta venida del Espíritu Santo, pues ya había experimentado el maravilloso efecto de este don.

María os enseña  a permanecer siempre a la escucha del Señor en el silencio de la oración, a acoger con disponibilidad generosa su palabra con el profundo deseo de entregaros vosotros mismos a Dios, de entregarle vuestra vida concreta, para que su verbo eterno, con la fuerza del Espíritu Santo, pueda “encarnarse” también hoy en nuestra historia. María os ayudará a seguir a Jesús con fidelidad, a uniros a él en la ofrenda del sacrificio, a llevar en el corazón la alegría de su Resurrección y a vivir en constante docilidad al Espíritu de Pentecostés (SS Benedicto XVII 7 sept 2006)







“María Inmaculada, inmune al pecado, preservada de toda mancha de pecado original, al fin de su vida en la tierra fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del Cielo” (Lumen Gentium 59).
Es un dogma que se formula así: “La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo. “ (Constitución Munifenticimus Deus)
“Era preciso que Aquella que había hospedado en su seno al Verbo divino fuese trasportada a la morada de su Hijo; del mismo modo que el Señor había dicho que debía encontrarse en la casa de su Padre, era preciso que también la Madre   viviese en el palacio del Hijo, en la casa del Señor y en los atrios de la casa de nuestro Dios.
“Era preciso que Aquella que en el parto había conservado la virginidad, conservase el cuerpo incorrupto también después de la muerte”
(San Juan Damasceno).









María Inmaculada, asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial  es ensalzada por Dios como Reina Universal, a fin de que se asemeje más plenamente a su Hijo, Señor de los señores, vencedor del pecado y de la muerte. (LG 59).
Pio XII, en su encíclica sobre la Realeza de María, exponía que el pueblo cristiano, desde los primeros siglos de la Iglesia, ha elevado suplicantes oraciones e himnos de loa y de piedad a la Reina del Cielo, tanto en sus tiempos de felicidad y de alegría como en los de angustia y peligro; y que nunca falló la esperanza en la Madre del Rey divino, Jesucristo, ni languideció la fe que nos enseña que la Virgen María, Madre de Dios, reina en todo el mundo con maternal corazón, y está coronada con la gloria de la realeza en la bienaventuranza celestial.









Creemos que la Santísima Virgen, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo”, es decir, creemos que la maternidad espiritual de María es universal (Catecismo 975)

Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda inspiración del Espíritu Santo, la Virgen es para la Iglesia modelo de fe y de caridad. Su papel en relación con la Iglesia (Y con toda la humanidad), va aún más lejos, pues ella, por su fe, esperanza y amor por todos los hombres, por su ardiente anhelo de que alcancemos la salvación, colabora de manera totalmente singular en la obra del Salvador. Por esta razón es nuestra Madre en el orden de la gracia (catecismo 967, 968)











Pondré enemistad entre ti y la mujer,
Entre tu linaje y el suyo;
él te herirá en la cabeza,
mientras tú le herirás en el talón. (Gn. 3, 15)

Este castigo que Dios impone a la serpiente incluye el enfrentamiento permanente entre la mujer y el diablo, entre l humanidad y el mal, con la promesa de la victoria por parte del hombre. Por eso se ha llamado a este pasaje del AT el “Protoevangelio”: porque es el primer anuncio que recibe la humanidad de la buena noticia del Mesías Redentor.
La victoria contra el diablo la llevará a cabo un descendiente de la mujer, el Mesías. La Iglesia siempre ha entendido estos versículos en sentido mesiánico, referidos a Jesucristo; y ha visto en la mujer, madre del salvador prometido, a la Virgen María como nueva Eva. (Biblia Navarra)


Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna a sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Está en cinta y grita al sufrir los dolores del parto y los tormentos de dar a luz.
Apareció entonces otra señal en el cielo: un gran dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. La cola arrastro una tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojo a la tierra. El dragón se puso delante de la mujer, que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera. Y dio a luz un hijo varón, el que va a regir a todas las naciones con cetro de hierro. Pero su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono. Entonces la mujer huyo al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios, para que allí la alimenten durante mil doscientos sesenta días. (Ap. 12, 1-6)

El texto sagrado del Apocalipsis deja abierto el camino para ver en la mujer abiertamente a la Santísima virgen, cuya maternidad conllevaría el dolor del Calvario y había sido profetizada como una señal en Is 7, 14 (Biblia Navarra)









Dogmas Marianos:

La Maternidad Divina de María

La Inmaculada Concepción

La Perpetua Virginidad de María

La Asunción de María en cuerpo y alma al Cielo





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