Creo en
Jesucristo, su único Hijo; Nuestro Señor
Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios
envió a su Hijo Jesús, para que así recibiéramos la condición de hijos (gálatas
4, 4-5).
La venida del Hijo de Dios es preparada por
los siglos por medio de acontecimientos y por medio de los profetas.
Juan Bautista, hijo de Zacarías y Santa
Isabel, primo de Jesús, es el último y mayor de los profetas del Antigua
Testamento, llamado el precursor por que iba delante del Señor preparando su camino
y estaba lleno del Espíritu Santo.
El adviento nos prepara para la Navidad y nos
prepara para su segunda venida.
La anunciación es el anuncio del Ángel a la
Virgen María pidiéndole su aceptación para que el Salvador se encarnara en
ella, y con su Sí da cumplimiento a la plenitud de los tiempos en que Dios
salvaría a su pueblo.
El nombre de Jesús
En la Anunciación el Ángel Gabriel le da el
nombre de Jesús, nombre que manifiesta su identidad y su misión.
Jesús: Dios salva
Cristo: Ungido Mesías
Hijo de Dios: su relación con su Padre
Los misterios de la vida de Cristo
En su vida todo es signo de su misterio, es
reflejo y revelación del Padre, es misterio de Redención para restablecer al
hombre caído y vino al mundo para nosotros, para perdonarnos y justificarnos e
intercede a nuestro favor ante el Padre.
Misterio de la
Encarnación
El misterio de la Encarnación nos habla de cómo
Dios se hizo hombre, el Hijo de Dios asume nuestra naturaleza para salvarnos.
El Espíritu Santo hace este milagro en María.
La Virgen María concibe al Hijo de Dios con y
por medio del poder del espíritu Santo.
El hijo de Dios se encarna para salvarnos,
para reconciliarnos con Dios, mostrando un infinito amor; para ser nuestro modelo
de santidad y para hacernos participar de su naturaleza divina.
Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre
Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre,
se hizo verdaderamente Hombre sin dejar de ser verdadero Dios.
Es perfecto en la divinidad y perfecto en su
humanidad, en todo semejante a nosotros menos en el pecado.
Jesucristo según su divinidad nació del Padre
antes de todos los siglos.
Según la humanidad nació de la Virgen María,
la Madre de Dios en el tiempo.
El misterio de la
Navidad
Mientras estaban en Belén, le llego a María
el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito lo envolvió en pañales y
lo acostó en un pesebre. Aquí comienza la redención de los hombres, aquí
comienza el Reino de Cristo, Reino de vida, Reino de Santidad, Reino de gracia,
Reino de justicia, Reino de amor, Reino de paz...La Navidad es la fiesta de la
Luz, en el Niño esplende el cielo, y despeja la nube de pecado.
Cristo ha derrotado el poder del mal.
Ángeles anuncian su llegada a unos sencillos
pastores: “No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para
ustedes y para todo el pueblo. Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
Salvador que es el Mesías, el Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán a
un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 10-12).
El misterio de la
infancia de Jesús
A los ocho días, cuando lo circuncidaron, le
pusieron el nombre de Jesús, y como el ángel lo había llamado antes de su
concepción. (Lc. 2- 21).
Este es signo de su pertenencia al pueblo hebreo,
donde derrama sus primeras gotas de sangre, sello o signo físico de la alianza
hecha por Dios a Abraham.
Adoración de los
Reyes magos, epifanía
Los Magos desde oriente siguen una estrella
que les anuncia la venida del Salvador...,
al llegar a la gruta de Belén encontraron al
Niño Dios, se postraron ante Él, abrieron sus cofres y le presentaron sus
regalos: oro, incienso y mirra. El oro que se ofrece a los reyes, el incienso,
que se quema ante el altar de la divinidad, y la mirra, un bálsamo fragante que
los antiguos tenían por muy precioso. Luego, avisados por Dios en sueños del
peligro que significaba Herodes para el Niño, regresaron a su tierra por otro
camino (Mt 2, 12).
Epifanía quiere decir manifestación o
aparición, Jesús es manifestado como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador
del mundo.
La epifanía manifiesta que la multitud de los
pueblos entra en la familia de los patriarcas y celebra la universalidad de la
Redención.
Presentación del
Niño en el templo
María y José entran en el templo a cumplir el
rito de la purificación y de presentación prescrito por la Ley de Moisés y
consagrar al Niño Dios.
Movido por el Espíritu Santo, Simeón el
anciano que estaba allí, lleno de piedad eleva una oración al cielo por el
reconocimiento que hace en Jesús del Mesías Salvador y dirigiéndose a María le profetiza
los sufrimientos que tendría Jesús y ella, Luego Ana otra profetiza comparte la
alegría de la acción de gracias de Simeón.
Huida a Egipto
El rey Herodes supo que los Reyes Magos
habían vuelto al oriente por otro camino sin darle noticias del Niño como
esperaba, por lo que se sintió amenazado por este rey, pensaba que era un rey
de este mundo, con ambiciones de poder y riquezas, por lo que para librarse de
este Niño mando matar todos los niños menores de dos años que hubiera en Belén.
Misterios de la
vida oculta de Jesús
La vida de Jesús en Nazaret fue una vida
igual a la de los demás, trabajaba y obedecía según las costumbres de su
pueblo, sometidos a la Ley de Dios. Jesús estaba sometido a sus padres y
progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia de Dios y de los hombres.
La tradición de la iglesia nos narra que José
era carpintero y trabajaba para mantener a su esposa María y a su Hijo Jesús.
Jesús y María fueron sus primeros educadores
y Jesús en obediencia cumple perfecto con el cuarto mandamiento de la Ley de
Dios.
Esta Sagrada Familia es el ejemplo a seguir
para toda familia, la Iglesia considera el servicio a la familia como una de
sus tareas esenciales.
La familia es sagrada como la vida humana es
sagrada.
Jesús perdido y
hallado en el templo
Con ocasión de la Pascua, Jesús de doce años
sube al templo como cada año.
Decidió quedarse en el templo para recordar a
sus padres que se debía a los asuntos de su Padre.
Sus Padres lo buscan por tres días con
inmensa angustia y lo encuentran en el templo sentado entre los doctores de la
Ley haciendo preguntas, escuchando y hablándoles.
Todos se admiraban de sus palabras, cuando lo
encuentra María le pregunta:” Hijo porque nos has hecho esto? Tu padre y yo te
hemos buscado angustiados. Él les contesto ¿por qué me buscaban? ¿no sabían que
debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?
Jesús muestra su intención de cumplir siempre
y en toda la voluntad de su Padre.
María y José sin comprender acogen con fe
esta respuesta y Jesús se vuelve con ellos y les está sujeto.
Los misterios de
la vida pública de Jesús
La tradición de la Iglesia nos dice que
cuando Jesús tenía treinta años dejo su vida sencilla de Nazaret para empezar
su vida pública que duro aproximadamente tres años, donde recorrió su tierra
anunciando el Reino de Dios, enseñando y sanando enfermos, haciendo milagros,
preparando a los que serían sus discípulos e instituyendo su Iglesia.
En este período muestra su divinidad; Él es
el Hijo de Dios que viene a salvarnos del pecado.
Jesús es verdadero
Dios y verdadero Hombre
Obro y actuó como cualquier hombre de su
tiempo, asume un cuerpo humano a través del cual Dios invisible se ha hecho
visible.
El hijo de Dios asume un cuerpo dotado de un
alma racional humana, con su inteligencia humana.
Jesús aprendió muchas cosas mediante la
experiencia y también como Hijo de Dios tenía un conocimiento íntimo e inmediato
de Dios su Padre.
Cristo siendo verdadero Dios y verdadero
Hombre, tiene una inteligencia y voluntad humana, perfectamente de acuerdo y
sometidas a su inteligencia y voluntad divinas que tienen en común con el Padre
y el Espíritu Santo.
La voluntad humana de Cristo sigue a su
voluntad divina sin hacerle resistencia ni oposición, sino todo lo contrario,
estando subordinada a esta voluntad omnipotente.
Bautismo de Jesús
La vida pública de Jesús empieza cuando se
hace bautizar por Juan el Bautista, en el río Jordán, quién es el último de los
profetas del Antiguo Testamento. Juan es primo de Jesús, hijo de Santa Isabel y
Zacarías, recibió el Espíritu Santo en el seno de su madre, se lo llama
precursor porque va delante del Señor preparando un pueblo bien dispuesto, Juan
bautizaba llamando a la conversión y el bautizado se comprometía a llevar una
vida de penitencia. Así los preparaba para la venida del Mesías.
Sucedió que en una ocasión Juan bautizaba en
el río cuando se le acerca Jesús pidiéndole lo bautizara.
Mientras Jesús recibía el bautismo y oraba,
se abrió el cielo y bajó el Espíritu Santo sobre El en forma de paloma al
tiempo que se oía una voz que venía de lo alto y decía “Tu eres mi Hijo el
amado, el predilecto”. En el bautismo de Jesús están presente las tres personas
de la Santísima Trinidad: el Padre en la voz del cielo, el Hijo Jesús, el
Espíritu Santo en forma de paloma.
El bautismo de Jesús prefigura nuestro
bautismo, por el que el cristiano se asimila sacramentalmente a Jesús.
Jesús en las bodas
de Cana
Hubo una boda en Cana de Galilea, la madre de
Jesús estaba invitada.
También lo estaban Jesús y sus discípulos. Se
acercó María a Jesús y le dijo: “no tienen vino”. Jesús le respondió: ¿qué nos
va a ti y a mí ?, aún no ha llegado mi hora.
A pesar de esto, María se dirigió a los
criados y les dijo: “Hagan lo que Él les diga” (Jn. 2, 2-5).
En su respuesta Jesús parece negarle a María
lo que pide: no ha llagado mi hora. Pero ella conoce a Jesús y actúa con
confianza en El.
Jesús en este milagro se muestra como Dios y
con ello ayuda a la fe de sus discípulos.
Tentación de Jesús
en el desierto
Después de su bautismo y llevado por el
Espíritu Santo, Jesús busca un tiempo de soledad en el desierto, va ahí a rezar
y ayunar por cuarenta días y cuarenta noches.
Satanás tienta a Jesús tres veces para
ponerlo a prueba le dice:
Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras
se conviertan en pan. (Mt 4, 3)
Jesús le responde: “escrito está, no sólo de
pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. (Mt 4, 4)
Luego el demonio lo traslada a lo alto del
templo de Jerusalén y le dice: “si eres Hijo de Dios tírate abajo, porque está escrito:
ordenará a sus ángeles que le lleven en brazos de modo que su pie no tropiece
en piedra alguna (Mt 4, 5).
Jesús le contesta: También está escrito: “no
tentaras al Señor tu Dios” (Mt. 4, 7).
Satanás llevó a Jesús a una montaña alta y le
mostró todos los reinos de la tierra con su gloria, diciendo: “todo esto te
daré si te postras y me adoras” (Mt. 4, 8-9).
Jesús le respondió: “pues escrito esta;
adorarás al Señor tu Dios y sólo a El darás culto”. (Mt. 4. 10).
Entonces el demonio se alejó de Él y los ángeles
le sirvieron (Mt. 4, 11).
Con esto Jesús nos enseña a vencer las
tentaciones, quiso hacerse igual en todo a nosotros, menos en el pecado.
La elección de los
doce Apóstoles
Jesús elige a doce apóstoles, futuros
testigos de su Resurrección, haciéndolos participes de su misión de su
autoridad para enseñar, perdonar los pecados, edificar y gobernar la iglesia.
Estos son: Simón Pedro, Andrés, Santiago,
juan, Felipe, Bartolomé, Santiago el menor, Judas Tadeo, Simón, Mateo Tomás,
Judas Iscariote el traidor.
El anuncio del
Reino
Este Reino de los cielos ha sido inaugurado
en la tierra por Cristo. Se manifiesta en las palabras, obras y presencia de
Cristo.
La Iglesia es su germen y comienzo, a quién
dio la plenitud de los bienes y medios de salvación. El espíritu Santo mora en
ella, la vivifica con sus dones y carismas, la santifica, la guía y renueva sin
cesar.
Par entrar en el Reino hay que acoger la
palabra de Jesús, acogerla con un corazón humilde.
Jesús invita a la conversión a los pecadores
mostrando con palabras y hechos la misericordia sin límites del Padre con un
solo pecador arrepentido.
Sermón de la
montaña
Jesús habiendo elegido a sus Apóstoles subió
a un monte donde lo siguieron multitudes, ahí, en el sermón que se conoce como
el Sermón de la Montaña les enseña las Bienaventuranzas, son el sendero hacia
la felicidad eterna, sonando contradictorias muestran bendiciones y recompensas
aún en las contradicciones.
Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos
serán consolados.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán
la tierra.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed
de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque
ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacíficos, porque ellos
serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución
por la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. (Mt. 5, 3-12)
Milagros y Prodigios de Jesús, signos de su
divinidad
Jesús hizo numerosos milagros, prodigios y
signos para testimoniar: su divinidad, que ha sido enviado por el Padre, para
ayudarnos en nuestra fe, y testimoniar que es Hijo de Dios.
A pesar de estos milagros Jesús hace ver que
El vino a salvar del pecado y sus consecuencias que son causa de los verdaderos
males, no a terminar con los males de la tierra.
Alguno de sus milagros: Multiplica los panes,
cura un leproso, resucita a Lázaro y a
otros, cura a un poseso, cambia el agua en vino...y muchos más.
otros, cura a un poseso, cambia el agua en vino...y muchos más.
Jesús con los niños
Yo les aseguro, si no se hacen como estos
niños no entrarán en el Reino de los Cielos. (Mt. 18, 2)
Dejen que los niños vengan a mi les dice a
los Apóstoles cuando ellos intentan apartarlos de Jesús.
“El que recibe a un niño como éste, a mí me
recibe” (Mt. 18. 15).
“Al que escandalice a unos de estos
pequeñuelos que creen en mí, más le valiera colgarse al cuello una piedra de
molino de asno y hundirse en el fondo del mar” (Mt 18, 6)
Son claras las palabras de Jesús respecto de
los niños, el cariño que les tiene se deja ver en la invitación a toda persona
a hacerse como niño para alcanzar el Reino de los Cielos y en su identificación
con ellos al decir que se lo recibe a Él cuándo se recibe a un niño.
La Transfiguración
del Señor
Sus Apóstoles no entendían lo que les iba
enseñando respecto de sus padecimientos próximos y su muerte y Resurrección al
tercer día, a pesar de los milagros con que había demostrado su divinidad y
para prepararlos para esto se manifiesta ante ellos con su Transfiguración
donde luce con esplendor la Trinidad: El Padre en la voz, el Hijo en el hombre
y el Espíritu Santo en la nube luminosa.
Jesús les muestra toda su grandeza y gloria
divina con su resplandor mientras Dios Padre da fe de El ante sus Apóstoles, es
como un anticipo del cielo, de su Resurrección y de su segunda venida gloriosa:
Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a
Santiago y subió a un monte a orar. Mientras oraba, cambió el aspecto de su
rostro y su vestidura se volvió de un blanco resplandeciente. En esto aparecieron
conversando con él dos hombres. Eran Moisés y Elías, que resplandecían de
gloria, hablaban del éxodo que Jesús iba a cumplir en Jerusalén. Pedro y sus
compañeros, aunque estaban cargados con sueño, se mantuvieron despiertos y
vieron la gloria de Jesús y a los dos que estaban con él. Cuando estos se
retiraban, Pedro dijo a Jesús “Maestro, qué bien estamos aquí, hagamos tres
tiendas: una para ti, una para Moisés, otra para Elías”. Pedro no sabía lo que
decía. Mientras estaba hablando, vino una nube y los cubrió; y se asustaron al
entrar en la nube. De la nube salió una voz que decía: “Este es mi Hijo elegido,
escúchenlo”. Mientras sonaba la voz, Jesús se quedó solo. Ellos guardaron
silencio y no contaron a nadie lo que habían visto (Lc 9, 28-36).
Entrada de Jesús a
Jerusalén
Multitud de personas lo aclaman a la entrada
de Jerusalén, “Hosanna el Hijo de David, bendito el que viene en el nombre del
Señor” (Mt 21, 9).
Agitando ramas de olivo y extendiendo sus
mantos para alfombrar su camino lo aclamaban como Mesías y Rey de Israel.
Jesús consiente de que era una aclamación
superficial dice: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está
lejos de mí. En vano me dan culto, pues las doctrinas que enseñan son preceptos
humanos” (Mc 7, 6-7)
Jesús por cumplir con la voluntad de su Padre
sube voluntariamente a Jerusalén para sufrir su Pasión, Muerte y Resucitar.
Se celebra el Domingo de Ramos.
La Última Cena
Jesús en la Última Cena instituye la
Eucaristía, anticipando así la ofrenda libre de su vida al Padre para salvación
de todos los hombres:
Mientras comían, Jesús tomó un trozo de pan y
lo bendijo diciendo: “Coman todos de él, porque éste es mi cuerpo que será
entregado por ustedes”.
Luego tomando un cáliz, lo bendijo diciendo:
“Beban todos de este vino, porque este es cáliz de mi sangre, que será
derramado por todos los hombres para el perdón de los pecados, haced esto en
memoria mía” (Mt 26, 28).
Jesús les manda perpetuarla en memoria de Él.
En la Eucaristía Él se queda con nosotros
para siempre, quién participa de la misa participa en el memorial de su Muerte
y Resurrección.
Quién come el Pan y el Vino consagrado a
Jesús recibe.
Agonía de Jesús en
el huerto de los Olivos
Aquí empiezan sus sufrimientos, asumiendo la
voluntad del Padre: sus discípulos se duermen. Él mirando el mal del pecado que
ha de llevar y la pesada carga que se le avecina acepta su muerte como
redentora para llevar nuestros pecados en su Cuerpo sobre la Cruz.
Jesús les dice; “Mi alma está triste hasta la
muerte: quédense aquí y velen conmigo. Y adelantándose un poco, se postró sobre
su rostro y oraba diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mi este
cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la Tuya. Mientras Jesús rezaba, los
tres apóstoles fueron vencidos por el sueño”. (Mt 26, 39)
Padeció bajo el
poder de Poncio Pilato
Jesús es llevado ante el sanedrín acusado
injustamente y juzgado y condenado en el tribunal romano por motivos políticos
y se le acusaba de blasfemo, de falso profeta y crímenes religiosos que se
castigaba con la pena de muerte.
La flagelación de
Jesús
Pilato ordena que Jesús sea azotado,
flagelado:
Con una burla los soldados la ponen una
corona de espinas, lo escupen, abofetean. Jesús no se queja.
En él se cumple la profecía de Isaías” como
cordero fue llevado al matadero”
“He ahí al Hombre”.
Condenan a Jesús a
muerte
“Llevaron a Jesús con su cruz a cuesta a un
lugar llamado Calavera (Calvario), que en hebreo se dice Gólgota. Cuando
llegaron al Calvario, Jesús fue tendido en la cruz y clavado a ella en las
manos y los pies. Cuando llegaron al lugar, lo crucificaron a él y a los
malhechores, uno a su derecha otro a su izquierda” (Lc 23, 33)
Jesús ruega por ellos al Padre:” Padre mío, ¡perdónalos
porque no saben lo que hacen! (Lc 23, 33-34).
Uno de los malhechores le dice: “Jesús acuérdate
de mí cuando llegues a tu Reino”.
Él le respondió: “Yo te aseguro que hoy mismo
estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23, 42-43).
Jesús le dice a su madre: “Mujer ahí tienes a
tu hijo”. Después dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 26-27).
Jesús exclama en alta voz: “Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado? (Mt 27, 46)
Jesús dice: “tengo sed” (Jon 19, 28)
Jesús dice: “Padre, en tus manos encomiendo
mi espíritu”” (Lc 23, 44)
Todas estas, palabras de Jesús en la cruz
antes de morir.
Muerte de Jesús
Muere Jesús y con una lanza atraviesan su
costado de donde mana sangre y agua, La Iglesia y Los Sacramentos como dice san
Juan.
La muerte de Jesús es el Sacrificio único y definitivo
que lleva a cabo la redención para siempre y que devuelve al hombre la comunión
con Dios reconciliándolo con Él por la “Sangre derramada por muchos para
remisión de los pecados” (Mt 26, 28).
Anunciada en el Antiguo Testamento su muerte
tuvo lugar como había sido profetizada en las Escrituras.
Se conmemora cada Viernes Santo y en cada
Misa.
Jesús muere por
todos los hombres
Su muerte tuvo lugar tal como había sido
profetizada en las Sagradas Escrituras, como sacrificio del siervo doliente, su
sufrimiento y muerte manifiestan como su humanidad fue instrumento libre y
perfecto del cual se valió el Amor de Dios para salvarnos.
El muere por nuestros pecados, en Cristo
estaba Dios reconciliando al mundo consigo; su muerte nos devuelve la comunión
con Dios, en un sacrificio que sobrepasa a cualquier sacrificio, es una ofrenda
del Hijo de Dios hecho hombre que libremente ofrece su vida para reparar
nuestros pecados.
Jesús nos ofrece a todos la posibilidad de
asociarnos a su misterio pascual invitándonos a tomar la cruz y seguirlo,
uniéndonos a sus padecimientos para purificarnos y crecer en las virtudes.
Jesús fue
sepultado
La muerte de Cristo fue verdadera muerte,
puso fin a su existencia humana, pero de la unión que la Persona del Hijo
conservó con su cuerpo, sucedió que este no se convirtió en un despojo mortal
como el de los demás, porque no es posible que la muerte lo dominara y por eso
la virtud de Dios preservo de la corrupción a su cuerpo.
Descendió a los
Infiernos
“Infiernos” que significa que estaban
privados de la visión de Dios, Justos, injustos, distinto del infierno de los
condenados.
Las almas santas que esperaban en el seno de
Abraham son las que Cristo libero cuando descendió a los Infiernos abriendo con
ello las puertas del Cielo.
En adelante Cristo resucitado tiene las
llaves de la muerte y del infierno y al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra y en los abismos.
Al tercer día
Resucitó de entre los muertos
No hubo testigos de esto, lo sabemos por el encuentro
de Jesús con los Apóstoles.
En su Resurrección actúan las tres Personas
Divinas, juntas a la vez.
Esta Resurrección es atestiguada por las
mujeres, luego se aparece a Pedro, luego a los doce, y más tarde a
quinientos...y a otros más.
Los Apóstoles como sus testigos son la piedra
en que se funda la Iglesia, se les aparece para instituir los sacramentos y
dejar todo preparado antes de su partida definitiva. Él encarga a sus apóstoles
continuar su misión. Los prepara para enseñar, gobernar y santificar con
asistencia del Espíritu Santo.
La Resurrección de Cristo no es un retorno a
la vida terrena. Su cuerpo resucitado es el mismo que fue crucificado, lleva
las huellas de la Pasión, pero ahora participa de la vida divina, con las
propiedades de un cuerpo glorioso.
Si Cristo no hubiera resucitado vana sería
nuestra predicación y nuestra fe. (1cor 15, 14)
Subió a los Cielos y está sentado a la
derecha de Dios Padre Todopoderoso
Jesús resucitado permanece con los Apóstoles
cuarenta días completando la formación de ellos y les hace una promesa y nos
deja una misión: La promesa del Espíritu Santo y la misión universal de
evangelizar y bautizar. (Lc 24, 50)
La ascensión de Jesús es su Glorificación,
Triunfo y Exaltación, Él nos precede en el Reino glorioso de Padre para que
nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos en la esperanza de estar un día con El
eternamente.
Desde allí ha de
venir a juzgar a los vivos y a los muertos
Cristo permanece en la tierra en su Iglesia,
la que es el comienzo del Reino de Cristo en la tierra.
El día del juicio, en el fin del mundo,
Cristo vendrá en gloria y majestad para llevar a cabo el triunfo definitivo del
bien sobre el mal.
Juzgará a los vivos y a los muertos con el
poder que ha obtenido como Redentor del mundo.
Serán develados los secretos del corazón y la
conducta de cada uno con Dios y con el prójimo.
Todo hombre será colmado de vida o condenado
para la eternidad según sus obras.
Creo en el
Espíritu Santo
Es el nombre de la Tercera Persona de la
Santísima Trinidad.
El término espíritu viene de espíritus que
significa soplo, aliento, aire, lo que su nombre expresa es impulso dinámico,
comparable al impulso del viento.
Sus símbolos son: El agua (brota del costado
de Cristo), la unción, el fuego, la nube y luz, el sello, la mano, la paloma,
el viento.
El Espíritu Santo es entendido en la
Escrituras como el poder creador de toda vida. Todo lo vivifica, conserva y
dirige hacia su salvación final.
Jesucristo revela el Espíritu y comunica a la
Iglesia naciente al exhalar su aliento sobre los Apóstoles después de la Resurrección.
Después de la Ascensión de Jesús a los Cielos
y antes de Pentecostés, los Apóstoles se reunieron con María, la Madre de Jesús
y algunas mujeres y hombres: ciento veinte en total, en el cenáculo de Jerusalén,
allí permanecieron rezando en espera del cumplimiento de la promesa de Jesús,
quién les había anunciado que cuando estuviera junto al Padre les enviaría al
Espíritu Santo. Se manifiesta en forma de lenguas de fuego.
Dios en su vida íntima, es amor. El Espíritu
Santo es el Amor Personal del Padre y del Hijo.
El Amor es el primer don de Dios, que
contiene todos los demás dones, se nos derrama por el Espíritu Santo en el
Bautismo.
La fuente, el manantial del amor de Dios es
el Espíritu Santo. La comunión con el
Espíritu Santo nos da a los bautizados la semejanza divina perdida por el
pecado. Nos da la vida misma de la Trinidad, nos quita el pecado original.
La misión de Cristo y del Espíritu Santo se
realiza en la Iglesia, la que ha sido creada para anunciar y dar testimonio de
Cristo, para actualizar y extender el misterio de la comunión de la Santísima
trinidad y lo hace por medio de los Sacramentos.
Siete son sus dones con los que da energía e
impulsa al hombre a seguir a Cristo:
Sabiduría, Entendimiento, Ciencia, Consejo,
Fortaleza, Piedad, Temor de Dios que perfeccionan las virtudes teologales de la
fe, esperanza y caridad y las virtudes cardinales de prudencia, justicia,
fortaleza, templanza.
Los frutos que nos regala son: Caridad,
alegría, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre,
fidelidad, modestia, continencia, castidad.
Creo en la Santa
Iglesia Católica
La palabra iglesia significa convocación,
expresa el llamado que Dios ha hecho a todos los hombres en su Hijo Jesús para
formar la convocación santa de un pueblo que peregrina hacia el encuentro
definitivo con Dios en la gloria del Cielo.
Cristo es cabeza de este pueblo que Dios
convoca desde todos los confines de la tierra para construir la asamblea de
todos aquellos que han sido hechos hijos de Dios por la fe y el Bautismo.
Cristo da inicio a la Iglesia predicando el Reino, ésta fue fundada por las
palabras y las acciones de Jesucristo.
Con el envío del Espíritu Santo en Pentecostés,
la Iglesia manifestó públicamente ante la multitud y así fue como se inició la
difusión del Evangelio entre los pueblos mediante la predicación.
La iglesia es por su naturaleza misionera,
misión que recibe de Cristo de anunciar y establecer su Reino en todos los
pueblos y hacer de ellos discípulos suyos.
La Iglesia es el germen y el inicio del Reino
de Dios en la tierra.
La Iglesia es el misterio de la unión de los
hombres con Dios, en ella Cristo realiza y revela su misión redentora.
Según el designio de Dios, Cristo nos salva y
se manifiesta y se manifiesta y actúa en los sacramentos de la Iglesia que son:
Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Reconciliación, Unción de los Enfermos, Matrimonio
y Orden Sacerdotal.
Los Sacramentos son los signos y los
instrumentos mediante los cuales el Espíritu Santo distribuye la gracia de
Cristo.
La Iglesia, cuerpo de Cristo, esposa de
Cristo, Templo del Espíritu Santo, es Una, Santa, católica y Apostólica; cuatro
atributos inseparablemente unidos entre sí, indican los rasgos esenciales de la
Iglesia y su misión. Cristo es quién por el Espíritu Santo, da a la iglesia
estos atributos.
La Iglesia es madre y educadora por lo que ha
instituido cinco mandamientos:
Oír misa entera los domingos y fiestas de
guardar
Confesar los pecados mortales al menos una
vez al año
Recibir el sacramento de la Eucaristía al
menos en Pascua
Ayunar los días establecidos por la Iglesia
Ayudar en las necesidades de la Iglesia
María es Madre de la iglesia, proclamada así
en 1964 por el Papa Pablo VI, Madre de todo el pueblo de Dios.
Es Madre de la iglesia en orden de la gracia
porque ha dado a luz a Jesús, el Hijo de Dios, cabeza de la Iglesia.
Cristo en la cruz la da como Madre a Juan con
estas palabras “He ahí a tu madre” (Jn 19, 27).
Después de la Ascensión, María ayuda a la
Iglesia con sus oraciones y aún continúa haciéndolo y podemos invocarla como
abogada, auxiliadora, socorro y mediadora.
La Iglesia ha sido instituida por Cristo con
una jerarquía y una autoridad:
Obispos
Obispos
Presbíteros
Diáconos
El Colegio de los Obispos, en comunión con el
Papa y nunca sin él, ejerce potestad suprema y plena sobre la Iglesia.
El Papa es el vicario o representante de
Cristo en la tierra, cabeza del Colegio de los Obispos y pastor de toda la
Iglesia. Tiene por institución divina, la potestad plena, suprema, inmediata y
universal de ella.
Reside en Roma, Italia en Ciudad del
Vaticano.
Creo en la
comunión de los Santos
Comunión significa común unión, es en
referencia a la unión intima en Cristo que hay entre los bautizados; indica la
común participación de los miembros de la Iglesia en las cosas santas: Los
Sacramentos, los Carismas, La Fe y otros bienes espirituales e indica la
comunión entre las personas santas, entre quien están unidos por la gracia a
Cristo muerto y Resucitado.
Iglesia peregrina: Tierra
Iglesia Purgante: Purgatorio
Iglesia Triunfante. Cielo
En unión a Cristo en la Santa Misa la Iglesia
Triunfante intercede por la Iglesia peregrina.
Veneramos a los santos como nuestros modelos
y la comunión con ellos nos une a Cristo del que mana toda la gracia.
Oramos también por la Iglesia en purificación
para que pueda liberarse pronto de toda mancha o presencia de pecado para su
encuentro con Dios.
Quienes están en esta situación se encuentran
unidos a los bienaventurados del cielo y a nosotros que caminamos a la casa del
Padre.
Creo en el perdón
de los pecados
Después de la Resurrección, Jesús se aparece a sus Apóstoles y les dice: Reciban el Espíritu Santo, a quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados, a quienes se los retengan, les quedan retenidos. (Jn 20, 22-23)
El Bautismo nos hace aptos para recibir el
perdón de los pecados ya que nos une a Cristo muero y Resucitado por nosotros y
nos da el Espíritu Santo.
Por voluntad de Cristo la Iglesia posee el
poder de perdonar los pecados cometidos después de haber recibido el Bautismo.
Lo hace en el Sacramento de la Penitencia o Reconciliación por medio de los
obispos o sacerdotes.
Siempre que el arrepentimiento sea sincero no
existe ningún pecado que la Iglesia no pueda perdonar; excepto el pecado contra
el Espíritu Santo que es cerrarse a la gracia, al perdón y a la Misericordia.
Cristo es el que perdona en el Sacramento de
la Penitencia por medio del sacerdote en la Iglesia.
Creo en la
Resurrección de la carne
Carne designa al hombre en su condición de
debilidad y mortalidad, resurrección de la carne significa que el alma y cuerpo
al y el cuerpo algún día volverán a juntarse.
Yo soy la resurrección y la vida. El que cree
en mí, aunque muera vivirá. (Jn.11,25)
Como Cristo resucito y vive para siempre, así
de igual manera los justos resucitarán y vivirán con Cristo resucitado para
siempre por obra de la Santísima Trinidad.
Del modo en que Cristo resucito el hombre
resucitará con un cuerpo transfigurado de gloria.
La resurrección de los muertos es esperanza
de los cristianos.
Resucitaremos el último día, al fin del
mundo, la resurrección de los muertos esta íntimamente ligada a la Parusía o
segunda venida de Cristo.
La muerte
La muerte del cuerpo es el final de la vida
terrena, se separa el alma del cuerpo, el alma va al encuentro del juicio de
Dios y el cuerpo cae en la corrupción hasta que se junten nuevamente en el día
del juicio final.
Tenemos solo un tiempo para alcanzar la vida
eterna, lo que da urgencia a nuestra vida y nuestros actos.
La muerte es la consecuencia del pecado
original, el hombre debe sufrir la muerte corporal, de la que se habría librado,
sino hubiese pecado. Por lo tanto, la muerte fue contraria a los designios de
Dios creador.
Jesús sufrió la muerte libremente asumiendo
la voluntad del Padre y esta obediencia transformo la maldición de la muerte en
una bendición. Por su muerte Cristo venció la muerte, abriendo así a todos los
hombres la posibilidad de salvación.
La Iglesia nos anima a prepararnos para la
hora de la muerte, pedirle a María y San José patrono de la buena muerte.
En la muerte Dios llama al hombre hacia sí.
Morir en Cristo Jesús significa morir en
gracia de Dios, sin pecado mortal. Así siguiendo el ejemplo de Cristo, puede
transformar la propia muerte en un acto de obediencia y de amor al Padre.
Creo en la vida
eterna
¿Qué es?
Es la vida que comienza inmediatamente
después de la muerte, no tiene fin, es precedida para cada uno por un juicio particular
por parte de Cristo, Juez de vivos y muertos y será ratificada en el juicio
final.
El cristiano que une su propia muerte a la de
Jesús, ve la muerte como una ida hacia Él y la entrada en la vida eterna.
Cuando la Iglesia dice por última vez las
palabras del perdón de la absolución de Cristo sobre el cristiano moribundo, lo
sella por última vez en una unción fortificante y le da a Cristo en el viatico
como alimento para el viaje.
El juicio
particular
Con la muerte se pone fin a la vida del
hombre como tiempo para hacer méritos. El Nuevo Testamento asegura una
retribución inmediata después de la muerte de cada uno como consecuencia de sus
obras.
Al morir cada hombre recibe en su alma
inmortal su retribución eterna en un juicio particular por Cristo, Juez de
vivos y muertos. En este juicio particular Dios pone al desnudo nuestra vida y
establece el premio o castigo divino en relación con su fe y obras, lo que
consiste en acceso a la felicidad del cielo inmediatamente o después de una
adecuada purificación (purgatorio) o bien a la condenación eterna del infierno.
En el sacramento de la penitencia, el pecador
anticipa en cierta manera el juicio al que será sometido en el fin de la vida
terrena.
El Cielo
Todos los que mueren en la gracia de Dios y
no necesitan purificación son reunidos junto a Jesús, María, los Ángeles y los
Santos en la Iglesia del cielo, contemplan a Dios cara a cara en una eterna “visión
beatifica”.
Por su Muerte y Resurrección Jesús nos ha
abierto el cielo, donde los bienaventurados cumplirán eternamente la voluntad
de Dios. Ya reinan con Cristo, con El, ellos reinarán por siempre.
Del cielo se dice “ni ojo vio, ni oído oyó,
ni la mente humana puede jamás soñar lo que Dios tiene preparado para los que
lo aman” (1 Cor 2, 9).
En el purgatorio se purifican de forma transitoria
quienes, habiendo muerto en gracia de Dios, necesitan llegar a la santidad
necesaria para entrar al cielo. (Podemos ayudar a estas almas ofreciendo por
ellos oraciones y misas las indulgencias y obras de bien en favor de los
difuntos).
El infierno
La enseñanza del infierno afirma la
existencia del infierno y su eternidad.
Las almas de los que mueren en estado de
pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y
allí sufren las penas del infierno” el fuego eterno”. La pena principal del
infierno consiste en la separación eterna de Dios.
En el Evangelio se habla mucho del infierno
reservado a los que hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse (Mt 5
22,29; Mt 9 43,48).
Se llega a él producto de una aversión
voluntaria a Dios (pecado mortal), persistiendo en él hasta el final, no acoger
el amor misericordioso de Dios es permanecer separados de El para siempre, por
nuestra propia y libre elección accedemos a los infiernos.
Juicio Final
Sucederá cuando Cristo vuelva glorioso.
Solo el Padre conoce el día y la hora en que tendrá
lugar, solo El decidirá su advenimiento. Entonces El pronunciará por medio de
su Hijo Jesucristo su palabra definitiva sobre la historia. El Juicio final
revelará que la justicia de Dios triunfa sobre todas las injusticias cometidas
por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte.
El mensaje del juicio final llama a la
conversión mientras Dios da a los hombres todavía el tiempo favorable, el
tiempo de salvación (CEC 1040-1041).
Sucederá el fin del mundo inaugurando los
nuevos cielos y la nueva tierra alcanzando la plenitud del Reino de Dios, la
realización definitiva del designio salvífico de Dios de “hacer que todo tenga
a Cristo por Cabeza, lo que está en la tierra. Dios será entonces “todo en todos
“en la vida eterna.
Amén
Amén es nuestro sí confiado y total a cuanto
confesamos creer, uniéndonos al amén de Jesús quién es el mismo “Amén”.







































Felicitaciones Paula por el gran trabajo y dedicacion mil gracias. Me encanto.
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